La suerte del campeón Verstappen


Después de 1.296 vueltas y 6.403 kilómetros repartidos en 22 carreras, desde marzo hasta diciembre, después de múltiples batallas y polémicas, el Mundial de Fórmula 1 más igualado de la historia se ha decidido en la última vuelta, en 5,28 kilómetros finales que han coronado a Max Verstappen, cuando Lewis Hamilton hacía rato que degustaba su octavo título. Un cierre ajustado a la emoción que ha acompañado a todo el campeonato, a un desenlace que partía desde la parrilla con un empate a 369,5 puntos. Es imposible mayor paridad. Ganó Verstappen, pero también pudo ganar Hamilton. De hecho, el inglés dispuso de ventaja en 57 de las 58 vueltas al circuito de Yas Marina, desde que adelantó a su rival en la propia salida. Aunque suene a tópico, los dos han merecido conquistar este Mundial, pero sólo podía hacerlo uno.
La victoria de Verstappen en Abu Dabi llega envuelta en cierta justicia poética, que ha decantado la corona del lado del holandés, tras ser castigado en la primera vuelta por una dudosa decisión de los comisarios. O, mejor dicho, por la ausencia de decisión. Hamilton aspiraba a su octavo título, con el que hubiera conseguido desempatar con Michael Schumacher, pero la victoria hubiera quedado empañada por esa defensa de su posición por fuera de pista, que hubiera colocado un asterisco en un logro histórico. Ya nadie se acordará de ello, sino de ese ‘safety car’ final, no menos polémico, que permitió a Verstappen jugar su última carta: neumáticos blandos y a por todas. Mad Max tuvo suerte, eso es innegable, pero la suerte en la Fórmula 1 se salva en cada segundo. Si algo tiene este deporte es la combinación de múltiples factores que pueden declinar la balanza. El efecto mariposa. La teoría del caos. Un accidente a ocho vueltas del final de Nicholas Latifi, un piloto abonado a las últimas plazas, coronó campeón a Verstappen. Así es la F1.